ANTOLOGÍA DE POESÍA ERÓTICA
SIGLOS XV-XX (parte 5)
Editorial Torre de Viento
Entre dos blancas greñas inclinado,
desnuda del prepucio la cabeza,
los labios fixos en mayor belleza
que domina el Macín dios açotado;
el mondonguil timón almidonado,
bruñido el pomo de naturaleza,
assidos los pulpones de terneza,
estava un joven bello arrebatado,
a la bagassa Venus offreciendo
de mondongo reciente un sacrificio,
cocido con valano vadulaque;
junta copia de lágrimas vertiendo
en aquel devotíssimo exercicio
que de tanto llorar está hecho un çaque.
(Soneto anónimo, siglo de oro)
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Soñando estava una noche Artemidora
que atizava su fuego don Clotaldo:
hirvió el puchero, derramóse el caldo,
y almidonóse en balde la señora.
Sin que poden su parra gotas llora,
no dize a su querido amor: "tomaldo,
para vos lo guardé, solemnizaldo,
y alzadme hasta los hombros la alcandora".
Despertó hecha un lago de quaxada;
corrióse de gastar su zumo en vano,
y limpiando las barbas al mozuelo,
dixo: "mal haya el diablo, que mojada
tenéis la complexión, señor fulano,
holguémonos de hoy mas ya sin rezelo.
(Soneto anónimo, siglo de oro)
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Amaina el toldo, pálida podenca,
que bien conozco el galgo que te tumba,
y sé que el pozairón se te derrumba
del continuo escanciar a la flamenca.
Lava esas piernas, salpicada penca,
y el morterazo en que te das cachumba,
do se dicen responsos como en tumba,
ya que el clero te toma por mostrenca.
Deja el pausado hablar por alambique,
y la ufanía de gallina clueca,
y ese follón repulgo de hogaza,
que pues tu roto barco se va a pique,
guardo mi hacho para mejor chueca,
y para mejor mula mi almohaza.
(Soneto atribuido a Góngora)
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El dulce peso del mancebo siente,
y en el desnudo muslo y la rodilla
recibe su calor, mueve impaciente
del empeyne la suave almohadilla,
provoca al valeroso combatiente
con saltos de lasciva rabadilla,
juntando el labio a las mexillas tiernas,
enlazando ambos brazos y ambas piernas.
("Perico y Juana", de Iriarte)
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Señora, quite allá su dinganduj,
que ya saqué mi harina de su troj,
porque ha dado más veces que un reloj
y está más estrujada que el oruj.
Cuando ella hizo primera, yo hice fluj,
y entonces trabajaba con mi boj.
Mas quítese allá, señora, ¡oj!,
que me huele muy mal su almoraduj.
(Soneto anónimo, Cancionero Antequerano)
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Es la lluvia miradas de ángeles gloriosos,
acordes de cristales.
Y sobre todo esto:
la alegría de estar no junto,
ni sobre, ni tampoco dentro,
sino en ella.
Confundidos los dos,
más que fundidos.
Hechos ya un sólo cuerpo,
un alma sola
que se besa a sí misma
por los espacios blancos,
olvidada del mundo.
("El alba", de Manuel Altolaguirre)
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